Nombre completo: Eysleen Mary-Anne
Apellidos: Bennet Thomas
Grupo: Pueblo
Título: Burguesa
Edad: 22
Sexualidad: Heterosexual
Religión: Católica
Originario/a de: Inglaterra
Descripción Psicológica: En conjunto, es una persona reflexiva y astuta: (casi)todas sus acciones son premeditadas y están estudiadas al detalle antes de llevarlas a cabo; aun así también es cierto que a la hora de tomar una decisión rápida su cabeza está plenamente capacitada para escoger lo que más le convendrá. Quizá por las condiciones en las que se ha educado o porque lo lleva en la sangre, Eysleen no ha desarrollado lo que muchos llaman “don de gentes”. La comunicación con otros individuos es más bien escasa en su día a día; si no resulta estrictamente necesario no le gusta participar en una conversación, mucho menos conocer gente nueva (a no ser que estos posean información que le interese o simplemente le llamen la atención). Desde bien pequeña estuvo sola, ergo vivir la vida sin nadie más no le resulta ni extraño ni triste, pues para ella es lo normal. Al estar tan sola, Eysleen tiene la ventaja de no rendirle cuentas a nadie. Puede ir de aquí para allá cuándo quiera y por el motivo (o sin) que le parezca. Ningún hombre ha intentado desposarla, pues no resulta beneficioso para ninguna familia que uno de sus hijos se case con una mujer que no tiene ni padres ni hermanos, mucho menos bienes materiales (aparentes). No conoce eso llamado “amor” por nadie, ni siquiera por su padre, ya fallecido (aunque lo respetaba y lo tenía como ejemplo a seguir). Sin embargo sí ha experimentado todo lo contrario: el odio. La indiferencia ante sus semejantes es tal que en ciertos momentos Eysleen puede llegar a presentar reacciones misántropas y desagradables. No obstante, la hija de Bennet (como se la conoce por su zona natal) esconde todavía más de lo que aparenta: su alma, aun cubierta por una capa de hierro, se remueve en su interior, anhelando descubrir, experimentar y volar más allá de todo lo que ha vivido hasta ahora.
Descripción Física: - Spoiler:
De estatura media-alta, tez mate y complexión delgada. Lleva el cabello largo y ligeramente ondulado, cuyo color es más bien castaño oscuro a pesar de que cuando el sol incide sobre él presente algún tono más claro, incluso rojo. Sus ojos son pequeños, de verde claro y brillante. En general, Eysleen resultaría más atractiva si no fuera porque viste con ropas que parecen más de hombre que de mujer. Rara vez lleva vestidos, acostumbra a ponerse pantalones y camisas que ella misma confecciona (incluso alguna vez ha llevado la ropa de su difunto padre), lo cual atrae miradas de desaprobación por parte de curiosos.
Historia: Para poder conocer verdaderamente a esta chica fuera de lo común, debemos remontarnos veintidós años atrás, cuando Arthur Bennet no era más que un mercenario joven, fuerte y valiente que se dedicaba a ir de reino en reino, allá donde reclamaban sus dotes con la espada y su terrible frialdad a la hora de la batalla. Su vida fuera de la guerra se basaba en la bebida y los burdeles. Pero todo cambió radicalmente cuando, al regresar a su tierra natal, Inglaterra, conoció a una joven llamada Violet, la hija más pequeña de la familia Thomas, a los que conocía desde que era pequeño. Tras enamorarse perdidamente de ella y ésta de él, la joven Violet de tan sólo diecisiete años quedó en estado. La familia Thomas se enfureció y obligó a Arthur a casarse con ella, lo que para él significaba abandonar de pleno su vida de mercenario. Después de cavilarlo mucho, Arthur decidió que la mejor opción era huir de Inglaterra, mas no podía dejar sola a Violet, no después de que ella hubiera comenzado a formar en sus entrañas un hijo suyo. Determinó, pues, que se casaría con ella pero la dejaría más tarde, asegurándose de que tanto su querida Violet como su hijo se encontrarían bien en la casa de los Thomas.
Cuatro meses después de la boda de los dos enamorados nació la pequeña Eysleen, de cabellos rizados y ojos verdes, el color de la esperanza. Mas esperanza no fue lo que reinó la vida de la recién formada familia pues, antes de que Arhtur pudiera abandonarlas, Violet falleció repentinamente, al parecer el parto le había dejado secuelas que nadie notó y pusieron fin a su joven vida. De un día para otro, Arthur Bennet se vio viudo y con una pequeña criatura en sus brazos. ¿Qué era lo que debía hacer…?
Una semana después de la muerte de Violet, Arthur Bennet se embarca hacia Francia con la pequeña Eysleen a su cargo. Sus suegros, Frederic y Beatrice, natales de París, le consiguen un puesto para enseñar el arte de la espada a futuros caballeros franceses. Él acepta sin más remedio con la condición de hacerse cargo de la niña, pues se sentía culpable por la simple idea de haberla querido abandonar a su suerte. Desde el momento en que Violet lo dejó, se prometió a si mismo hacerse cargo de ella. Aunque su relación con ella nunca fue demasiado cercana, más bien lo contrario. Le conseguía todo lo que necesitaba para vivir: comida, ropa, incluso algún juguete…pero nunca le demostró cariño y afecto, hecho clave para en lo que Eysleen se convertiría con el transcurso de los años. A menudo cuando no tenía con quién dejarla, Arthur se veía obligado a llevarse a Eysleen a sus clases de espada, por lo que la pequeña siempre estuvo familiarizada con el arte de la lucha y, sobre todo, con sostener una espada con la mano (cosa curiosa de ver, pues las espadas que utilizaban eran casi más grandes que ella misma por aquel entonces). A partir de sus cinco años, Eysleen se quedaba sola en casa, desarrollando una gran independencia desde bien pequeña. Padre e hija vivieron en París más de diez años, hasta que Eysleen cumplió la bonita edad de doce años y decidieron marcharse a Inglaterra (así la niña podría conocer a sus abuelos).
La temporada de Arthur en Londres fue bastante breve, pues pronto lo llamaron para acudir al frente en una batalla entre regiones en España. Tras su marcha, la joven Eysleen se quedó al cargo de sus abuelos. En la casa de los Thomas fue la primera y última vez que conocería el verdadero significado de “familia”. Frederic y Beatrice la trataron como a la hija que habían perdido años atrás, y ella, distante y asustada por aquel tipo de tratos tan desconocidos para ella, se encerró todavía más en si misma. Se negaba a que su abuela le confeccionara vestidos y salía de la casa sin ser vista para practicar con una espada, regalo de su padre. Un año después, Arthur regresó a Inglaterra bastante afectado por la lucha en la que había participado (más dura de lo que había imaginado en un principio): sus extremidades ya no reaccionaban con la rapidez y fuerza que lo hacían antaño y su cuerpo en general se había visto resentido. Se permitió un mes de descanso en la que antes fue su casa, al cuidado de su suegra, y cuatro semanas después tomó su capa de viaje y partió, con Eysleen, hacia Portugal. Allí vivieron durante años en una pequeña casita que Arthur había conseguido en su estancia en España. Sobrevivieron gracias al dinero que Arthur conseguía de sus participaciones en varias batallas, aunque cuando él se ausentaba Eysleen solía robar comida de granjas y mercados. Cuando Eysleen tuvo diecinueve años, la joven manifestó su deseo de regresar a Londres a su padre, pues la ciudad le había gustado durante el tiempo que había pasado de pequeña, además de que quería hacer una visita a sus abuelos, quienes se habían portado bien con ella. Arthur accedió y le propuso acompañarla, mas él partiría hacia Francia después pues habían requerido sus servicios allí. Satisfecha, Eysleen regresó a Londres con su padre, y éste volvió a marcharse días después hacia el territorio francés.
Pasaron los meses y Eysleen no recibía información alguna por parte de su padre. Aunque sus abuelos la tranquilizaban diciéndole que seguramente estaba muy ocupado, la joven estaba segura de que algo ocurría. Por tanto, y sin avisar a nadie, marchó hacia París en busca de Arthur. Llegó a Francia cuando se cumplían diez meses de que no tenía noticia alguna de su padre. Investigó durante semanas, pero nadie sabía nada acerca de su paradero, pues ni siquiera había llegado al país. Las sospechas de Eysleen se vieron confirmadas cuando se encontró con Fabio, uno de los enemigos que su padre había cosechado durante sus largos viajes. El burgués le dijo, con toda sinceridad y una sonrisa malvada en el rostro, que había matado a su padre en el barco que lo llevaba a Francia y que después lo había arrojado por la borda. Probablemente Fabio actuó con tanta naturalidad porque no conocía las dotes de Eysleen, pues de saberlo jamás se hubiera descubierto ante ella como el asesino de Arthur Bennet. La joven, enfurecida, acudió por la noche hasta la casa de Fabio y le arrancó con su propia espada, la que le había regalado su padre de pequeña, el corazón. Tratando de ocultar su dolor por la pérdida de Arthur, Eysleen regresó a Londres, donde sólo le aguardaba más sufrimiento: sus abuelos habían fallecido por una enfermedad que ambos habían contraído. Eysleen se vio sola, lo cual no le resultó desagradable, simplemente una nueva etapa comenzaba en su vida. En la actualidad, Eysleen Bennet está instalada en la vieja casa de sus abuelos (al ser la única heredera de la familia Thomas, todo aquello es suyo). Posee una pequeña fortuna, tanto por parte de sus abuelos como de todo el dinero que Arthur había conseguido durante su vida. Con la única compañía de su gata Ahriel, Eysleen lleva viviendo dos años en Londres, aunque de vez en cuando se ausenta y acude a alguna guerra (disfrazada, por supuesto, de hombre), con el nombre de John Bennet, el hijo del temido Arthur Bennet. El futuro de Eysleen resulta confuso, incierto, pues nadie, ni siquiera ella, puede imaginar los acontecimientos que comenzarán a desarrollarse en su vida…
Familia:Arthur Bennet ~
Padre, fallecido.
Violet Bennet ~
Madre, fallecida.
Frederic y Beatrice Thomas ~
Abuelos (maternos), ambos fallecidos.
Otros datos:~Gustos
El arte de la espada, confeccionar su propia ropa (normalmente de hombre para facilitar sus escapadas a la guerra) y dormir bajo cielo abierto.
~Odios/disgustos
No soporta que la traten distinto de un hombre, tampoco llevar vestidos y todas las cosas que se supone que hacen las mujeres por el simple hecho de serlo.
~Aficiones
Combatir, robar, tararear melodías que escucha de vez en cuando y, cuando puede, le gusta visitar las iglesias de todos los lugares a los que viaja.
~Sueños
Ser la hija que su padre siempre deseó que fuera.
~Miedos
Lo ha perdido todo, así que tiene miedo de que alguien le arrebate lo último que le queda: su espada.
~Manías/vicios
Le gusta beber, más de lo que debería. Y a veces se ha permitido el lujo de pasarse días enteros sin hacer nada más que beber por las calles de alguna ciudad perdida.