Había llegado hace unos días. Elagotamiento había tirado sus fuerzas abajo, pero la refrescante vitalidad deEva, podía más que un viaje desde Francia hasta Londres. Encontró la ciudad,meramente fascinante. No distaba mucho de aquel reinado que tanto amaba, habíavarias similitudes, pero la gente, el clima...Todo, todo envolvía a Londres enun halo de misterio que a esta joven Dama de compañía de la realeza, leresultaba imposible dejar de mirar todocon ojos de sorpresa.
Le habían encomendado un encargo,ella aceptó sin pensarlo dos veces. En los asuntos reales siempre mostraba unagran sumisión. Y como iba a ser menos, los reyes le habían regalado esa vidaque ahora tenía. ¿Cómo negarles un par de recados insignificantes?
El carruaje la había escoltadohasta un pequeño negocio, una mercería poco conocida. Debía comprar unas telasespeciales para un vestido, que ella misma había pensado. Le encantaba que susideas fuesen aprobadas, y poder llevar a cabo un vestido importante era un granhonor. Incluso esperaba poder coserlo con sus propias manos, aunque no sabía sile dejarían hacer ese trabajo, solo porque ya tenían ellos los mejores sastresque alguien podía pedir. Entró en el negocio, donde un hombre bonachón laatendió, ella clavó sus hermosos ojos celestes, tanto o más que el cielo, enlos de aquel hombre algo viejo, e instantáneamente lo tuvo a sus pies. Era fácil,quizás demasiado hacer caer a los hombres en sus manos. Pero en fin..Era entretenido verlos desearla, y ella quesimplemente se negaba.
Se empeñó en recorrer la tienda,que a pesar de ser pequeña y algo sucia, aun mantenía una sensación hogareñaindescriptible. Le hizo recordar a su familia. Ellos, se habían quedado enFrancia y les extrañaba. Pero no podía volver con ellos, y además su familiatampoco hubiese permitido su regreso. No.. Ellos querían que Eva consiguiese unmarido. Un marido de buena escala social, no cualquier fulano que se cruzase ensu camino. Sin embargo, Eva no creía en tales cosas. Si debía enamorarse,ocurriría sin importar de quien se trataba..El amor no tiene fronteras en esossentidos.