Todos tendréis que abrir un post y desarrollar un rol a vuestro gusto, el tema es totalmente libre. Más tarde, uno de los administradores se pasará por vuestro tema y determinará si estáis capacitados para tomar el personaje pre-establecido histórico y/o inventado. ¡Mucha suerte!***
El furor incesante que habitaba en los lugares más recónditos de la Corte era algo que ya se predecía horas atrás. No se trataba de ninguna de las tantas fiestas que Enrique, el joven y jaranero rey de Ingalterra, organizaba cada pocos días para entretenerse y, ¿por qué no? Atisbar de entre la muchedumbre alguna bella dama con la cual poder yacer en la madrugada posterior a una noche de extrema lujuria. No, esta vez se trataba de una celebración especial dada la situación, ya que la visita de los embajadores españoles así lo ameritaba. Una mascarada. Una divertida escena de teatro que culminaba con un estudiado y coreografiado baile en parejas. Los segundos pasaban con rapidez, los minutos dejaban de ser eternos, y la hora concretada de la celebración se aproximaba como el mismo sonido de un relámpago segundos después de manifestarse. Empezaba a respirarse un ambiente de lo más caldeado. Aún así, la urgencia de sus séquitos horas atrás para que todo quedara a la perfección tal y como imponía Enrique, empezaba a tranquilizarse, dejando paso a un ámbito más calmo y apacible. Ya estaba todo listo; los invitados y los participantes de la obra empezaban a adentrarse en el gran salón. El joven y apuesto rey, todavía se encontraba en sus aposentos con un servidor que le modificaba los últimos detalles de su ropaje. Su torso estaba cubierto por una camisa negra como la noche con bordes dorados, y unas mallas que se ajustaban a su fuertes piernas, acordes con el traje y con las botas que le llegaban hasta las rodillas. Los ojos azul celeste del muchacho escudriñaban su semblante reflejado en el espejo, mientras que su mente divagaba en términos poco vinculados en la fiesta en particular.
"Majestad..." Le dijo el hombre al terminar su labor, para, seguidamente, dedicarle una servicial reverencia y alejarse por la puerta. Apenas se movió de su posición, su mirada seguía fija en aquel grande e inmaculado espejo que reflejaba la imagen de la grandeza que poseía. Antes de cruzar el umbral y encontrarse con el resto de hombres que vestirían su mismo ropaje, se colocó el antifaz y la corona; dos elementos indispensables para la representación teatral y el respectivo baile. El sonido de los tambores anunciando la llegada de los hombres que debían salvar a las dos doncellas prisioneras en la torre más alta del castillo, resonó por todo el salón. El joven monarca, camuflado entre los demás hombres, se colocó en su respectivo lugar y se inclinó con los brazos hacia atrás en señal de cortesía. Esperó junto con el resto de hombres la señal que le indicara transpasar el castillo y "rescatar" a las damas prisioneras que se encontraba en la torre, para después ganarse el baile con alguna de las susodichas. Los ojos juguetones del pasional rey inglés se paseaban con vivacidad por todos los rostros que le eran conocidos. El monólogo para darle humor a la obra teatral y divertir a la muchedumbre se hizo presente de inmediato. Una que otra carcajada se escapó de los voluminosos labios del rey cuando las damas vestidas de negro se negaban a liberar a sus prisioneras, las Grácias, aquellas que vestían de blanco y representaban la bondad, el amor, la constancia, entre otros calificativos.
La mirada inquieta del rey se había fijado en que, la muchacha que representaba a una de las Grácias prisionera en la torre, –más concretamente: Perseverancia– no se trataba de su hermana como bien se había acordado en un principio, sino de otra muchacha. Pese a la distancia, podía cerciorarse del color noche de su cabello recojido en un moño. Su rostro se ensombreció. ¿Margarita habría tenido algún percance? Torció los labios en una mueca de fastidio. Tenían que acordar la fecha para el viaje de ésta hacia Portugal, y esto tan sólo lo posponía. Pero, definitivamente, en aquellos instantes no era algo que le preocupara realmente. Puesto que aquella dama desconocida había captado su atención, y estaba totalmente ofuscado en saber de quién se trataba. Su mirada, clavada cual clavo ardiendo en la figura de la mujer, así lo indicaba.
"¡Al ataque!" Exclamó finalmente el actor encargado de llevar todo el peso de la obra. El rey, junto con los demás participantes, se precipitaron hacia el castillo hecho de madera para transpasar la barrera y salvar a las Grácias. Enrique, encontró un apoyo con el cual sujetarse con sus fuertes manos y apoyar el pie para, seguidamente, escalar la torre con suma facilidad. Considerando que ésta ni tan siquiera llegaría a los dos metros de altura. Estaba seguro de haber captado la atención de la joven doncella desconocida, dado que había sido el primero y, por ende, el más veloz de todos aquellos hombres en "rescatarla".
Aferró la mano de la joven con cierto arrebato antes de tan siquiera observarla; como si fuese suya, como si con aquel fuerte gesto marcara su territorio e impidiera que otros hombres intentaran llevársela de su merced. En aquel preciso instante, lejos de todo lo que pasaba a su alrededor, se encontró finalmente con su mirada. Entreabrió sus varoniles labios para pronunciarse, pero enmudeció. Tan sólo su acelerada respiración se mecía al compás de sus pupilas, aquellas que se perdían en los rasgos hipnotizantes que podía vislumbrar a través del antifaz de la muchacha. Logró recomponerse a los tres segundos, pero en su cabeza todavía persistía una suave melodía compuesta por las teclas de un piano. –
Perseverance, you are my prisoner now. –Remarcó en un hosco e intenso susurro, mientras sus labios se curvaban en una lasciva sonrisa. –
Y por ello, os pido que... No, os ruego que me concedáis este baile. –Concluyó, sin borrar aquella expresión de ferocidad en su rostro y, sin la más mínima intención de soltar la mano de aquella hermosa desconocida de ojos color cielo que le había nublado la razón.
"In your eyes I am complete
in your eyes I see the doorway to a thousand churches
in your eyes the resolution of all the fruitless searches
in your eyes I see the light and the heat"