El sonido de los tacones resonaban por los pasillos estrechos del palacio de Portugal, aquellos largos y marmoleados pasillos,conducían directamente hacia la sala en donde se encontraba el rey Manuel I, rey de Portugal, y sobretodo,mi padre.
Los guardias abrieron paso, respetuosos e impertérritos, ante mi figura serena. Respondí con una cálida sonrisa amable aunque con un leve atisbo de tribulación.
-!vaya¡ ¡si aquí viene mi segunda hija!-exclamó mi padre eufórico, alzando ambas manos en señal de júbilo.
Mi madre ya me había informado de lo que se avecinaba, aquella dicha, aquella euforia que desparramaba de poro a poro. Su sonrisa ensanchada y sus arrugas notorias pero contagiosas. Si fuera otro, el motivo de su alegría, os juro que lo compartiría.
Una mueca muy similar a una sonrisa, se dibujó en mi fino rostro. Me acerqué a él y tomé su mano.
-padre...- dije haciendo una reverencia respetuosa y besando el dorso de su mano. La grande y tosca mano del rey, se posó en mi rostro acariciándolo, invitándome a levantarme -¿puedo preguntarle,majestad, el origen de tal felicidad?-susurré suavemente, sin notar algún nerviosismo en mi voz.
El rostro el rey se desvió hacia mi madre, la reina, misma, que en su faz, poseía la misma sonrisa que su esposo.
-hija, pues ¡buenas nuevas¡ para bien de vuestro reino, te casarás con el joven rey de España y Emperador de Alemania...¡el rey Carlos V¡ -exclamó
Ambas cejas se alzaron, en ese momento estaba dispuesta a emitir una protesta, un "pero", cualquier excusa diplomática, racional, o de valencia fiable para poder escaquearse de tal compromiso...¡pero!...
-¡oh! pues si es vuestro deseo, padre, madre...-dije educada y convincente-así será, es el destino que nuestro Dios a trazado para mi, y por bien de nuestro pueblo...os obedeceré...-dije con una sonrisa dócil.
Mi padre y mi madre me abrazaron con euforia y dicha. Yo, como siempre, sumisa, no tuve mas remedio que aceptarlo.
"Al pasar el tiempo, conocer a quien ahora es mi esposo, nunca imaginé....poder tener tales sentimientos, su comportamiento, sus acciones, cada detalle o gesto que mostraba hacia mí, hacía de esta pena, mucho menor a la que cargaba cuando comenzamos nuestra vida marital.
Os soy sincera...ahora, no puedo concebir otra vida sin mi Lord, por él, por nuestro pueblo,por lo que realmente es importante, renunciaré a mis sueños, a mis aspiraciones, a todo lo que en un principio era la razón de mi felicidad, puesto que ahora solamente puedo vivir atada a él...a nuestro reino...a la felicidad que solamente él me podría dar.
Isabel de Portugal"