La luz de la mañana entraba a través de las ventanas de mi cuarto colándose por las cortinas anunciando el inicio de un nuevo día, me revolví en mi lecho y agarrando las sabanas las puse por encima de mi cabeza acallando la llamada del sol, abrazándome a la oscuridad y a los pedazos de sueño que aún no se habían esfumado, todos los que me rodeaban solían decir que era un niño muy maduro para mi edad pero en esos momentos he de admitir que mostraba una infantil somnolencia al no querer poner un solo pie fuera de mis sabanas.
Con una voluntad férrea aparte las sabanas y me incorporé parpadeando un par de veces para despertarme, tendría que tomar mi desayuno y luego mis lecciones asique sería mejor que no me descubrieran rezagado, mis pies tocaron el suelo antes de encontrar mi calzado, aún con la ropa de cama me dirigí a la pila que tenia para lavarme la cara por la mañana, normalmente venia alguna doncella para ayudarme a elegir mi ropa a pesar de que no se m concedían tantos caprichos como a otros príncipes de otros países porque mis padres pretendían que tuviera una educación estricta, supongo que con mis ocho años aún no tenía el criterio suficiente para elegir mis ropajes por eso cogí un libro que había dejado sobre una silla situada junto a la ventana precisamente preparada para mis lecturas en tiempo libre, al subirme a la silla contemple con algo de desilusión que mis pies solo conseguían rozar el suelo sin llegar a posar los pies realmente.
Abrí el volumen y comencé a leer frunciendo el ceño de vez en cuando cuando me topaba con alguna palabra que no comprendía. El sonido de unos nudillos golpeando la puerta me saco de mis pensamientos, probablemente, sino hubiese estado tan enfrascado en la lectura habría apreciado los pasos de la doncella sobre el piso pero no había sido así y alzando la mirada vi como la puerta se habría, al no haber obtenido respuesta la mujer debió pensar que aún dormía por lo que no es de extrañar que al encontrarse con mi mirada se mostrase sorprendida.
Hizo una corta reverencia antes de cerrar la puerta.
-Despertáis temprano Delfín.-Observo caminando hacia mi armario.-¿Habéis descansado?
-Así es, pero el día no espera por mí.- Respondí bajando de la silla y dejando allí mi libro.
La mayoría de la gente se mostraba sorprendida por mi dialéctica, pero los habitantes de palacio ya estaban acostumbrados. Camine hasta quedar a su lado y cruce las manos detrás de la espalda observando.